- ¡Eres un egoísta! – me grito entre dientes aquel hombre que siempre fue ausente en mi vida. Quizás esa persona esperaba que priorizará otras cosas antes que mi bienestar en primer lugar. Ese misterioso hombre no fue él único que dijo esas palabras, pero quizás fueron las que más me dolieron. Siempre me sentí confuso, porque me llamaban egoísta las personas que esperaban que hiciera algo que no quería por conveniencia de ellos mismos, en realidad ¿quién era egoísta?.
Vivimos en una sociedad donde la palabra "egoísmo" carga un peso emocional tan profundo que, al ser pronunciada, puede transformar a una persona en villano instantáneo. Es curioso observar cómo la etiqueta de "egoísta" suele aplicarse de manera indiscriminada, especialmente hacia aquellos que eligen priorizar su bienestar. Pero ¿qué ocurre cuando ese "egoísmo" percibido es en realidad un acto de amor propio? ¿Y qué sucede cuando aquellos que dedican silenciosamente sus actos a los demás son los más propensos a ser malinterpretados?
Es fácil que te llamen egoísta cuando decides no participar en algo que compromete tus valores, tiempo o energía. Sin siquiera conocerte, el mundo a menudo juzga tus elecciones desde la superficie, desconociendo los actos de generosidad que realizas en privado. Esa ayuda financiera que ofreciste sin fanfarria, esa palabra de aliento que diste a alguien en necesidad o esa noche que sacrificaste tu sueño para consolar a un amigo… Nada de eso está en exhibición, pero ¿acaso lo hace menos valioso?
El mundo ha manipulado la palabra "egoísmo" hasta despojarla de su complejidad. En realidad, el egoísmo no siempre es algo negativo. En economía, por ejemplo, el interés personal impulsa la innovación, genera riqueza y crea empleos. Adam Smith, el padre de la economía moderna, argumentó que la búsqueda del beneficio propio puede, paradójicamente, beneficiar a toda la sociedad. Entonces, ¿por qué estigmatizamos el acto de priorizarse cuando este puede ser motor de progreso.
Hay algo que me gusta llamar la paradoja del altruismo. Y me refiero a una teoría propia: Las personas menos egoístas suelen ser vistas como egoístas porque sus acciones, al no ser visibles o comprendidas, desafían las expectativas sociales. Si decides poner límites para proteger tu salud mental, serás etiquetado como alguien "frío". Si priorizas tus sueños sobre las demandas ajenas, serás visto como "desconsiderado". Esta paradoja radica en que, para ser verdaderamente generoso con los demás, primero debes ser generoso contigo mismo.
Lo cual me lleva a mi segunda teoría; todos somos egoístas. Todos hemos sido percibidos como egoístas en algún momento de nuestra vida, y también hemos actuado de manera egoísta. Es parte de nuestra naturaleza humana. Lo importante no es evitar el egoísmo, sino reconocer cómo lo usamos. Hay un tipo de egoísmo que destruye, y otro que construye: el primero toma sin dar; el segundo se asegura de que tienes suficiente para compartir con otros.
Siempre he pensado que hay una diferencia entre amarse así mismo y estar enamorado de ti mismo. Cuando estas enamorado de ti, no logras ver tus defectos, te justificas mucho, y no mejoras. Pero cuando te amas a ti mismo, ya no estas ciego, buscas mejorar y ser tu mejor versión.
-Rene De Paz
Priorizarse, quererse y amarse a sí mismo no es un defecto; es una necesidad. Cuando te amas, construyes una versión más fuerte de ti mismo, capaz de dar lo mejor a quienes te rodean. Si no puedes darte ese amor, ¿cómo podrás ofrecerlo a otros?.
Bueno, todo el rato hablamos de querernos y priorizarnos, pero ¿como se ve desde afuera?. Tal parece que la sociedad se ha vuelto hipócrita. Escuchamos mensajes como “Lucha por tus sueños”, pero cuando lo intentas, la sociedad responde con risas y comentarios hirientes. Lo mismo sucede cuando te dicen “Priorízate, cuídate, amate”, pero cuando empiezas a poner limites saludables que verdaderamente necesitas y empiezas a cuidar de ti, son los mismos que te llaman egoístas por no pensar en ellos antes.
Nos pasamos la vida dando prioridad a otros. ¿Cuantas veces harás cosas que no quieres hacer por complacer a otros?. ¿En verdad quieres ver a un egoísta? Responder “no” a la gente que espera que siempre digas “sí”.
Piensa por un instante en como tratas a tus seres queridos. Pueden ser tus hijos, también pueden ser una mascota. Seguro te preocupa que este bien alimentado, aseado, le das afecto, pasas tiempo con él, no dejas que nadie lo lastime y no importa como se ve, lo aceptas y así lo quieres.
Ahora piensa en los gestos que te haces a ti mismo. ¿te alimentas bien?, ¿te proteges de las personas que te hacen daño?, ¿Te hablas con amabilidad?, ¿Te aceptas?, ¿te quieres?.
Si ser egoísta es amarse, respetarse, valorarse y priorizarse ante todo aquello que ejerce un poder contrario a tu felicidad, pues muy bien, seamos todos egoístas.
-Rene De Paz
Muchas veces debemos reflexionar y amarnos para mejorar. Si vemos señales de que hemos actuado egoístas, debemos afrontarlo con responsabilidad. Jamás llamar egoístas a otros. Podemos pensarlo, pero jamás lo digamos en voz alta. No podemos, no tenemos ese derecho porque antes de juzgar a alguien debemos pensar si los que estamos actuando egoístas no somos nosotros mismos.
Si te llaman egoístas y sabes que no lo eres, entonces no pierdas el tiempo defendiéndote. Sonríe. Es señal de que estas hiendo por buen camino. La virtud del falso egoísta radica en comprender que no necesitas justificar tus decisiones a quienes no caminan en tus zapatos. Ser etiquetado como egoísta no define tu carácter; tus acciones sí lo hacen. Vive con intención, ama con sinceridad y recuerda que priorizarte es también un acto de generosidad, porque un corazón pleno tiene más para ofrecer.
Tal vez el verdadero egoísmo no sea el acto de priorizarse, sino el de juzgar a otros por hacerlo.