Monté mi árbol de Navidad. El año pasado no lo hice. Todos dicen que la Navidad tiene un brillo especial. Y, literalmente, las calles se llenan de luces como estrellas y la gente parece estar más feliz que de costumbre. Mientras que para algunos las luces del árbol de Navidad y la Estrella de Belén simbolizan una fe renovada, para otros la Navidad es un recordatorio de ausencias, de abrazos que ya no están o de momentos que quedaron en el pasado.
Yo he pasado algunas navidades solo, sin una mesa llena, sin risas infantiles, ni conversaciones que se alargan con el café. Así fue como lo quiso la vida y estoy agradecido que así fuese. Esas noches tienen un peso peculiar, porque te enseñan a escuchar el silencio y a abrazarlo como un viejo amigo. Sin embargo, es en esa soledad donde uno descubre la magia de la gratitud. Ese sentimiento de agradecimiento es especial, porque solo aparece cuando entiendes por qué debes sentirte agradecido. Y muchos prefieren no entender e ir por la vida como viejos/as gruñones/as en estos días festivos.
Charles Dickens escribió en "Cuento de Navidad" que nadie está completamente solo mientras tenga la capacidad de amar. Ese amor no siempre tiene que venir de otros; a veces, el regalo más grande es aprender a amarte a ti mismo. La Navidad no se mide por la cantidad de personas en tu sala, sino por lo que llevas en el corazón. Como Ebenezer Scrooge, todos enfrentamos nuestros fantasmas. Hay años en los que la Navidad nos enfrenta a un espejo: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿A quién he olvidado? ¿Qué cicatrices tengo que sanar?
Las navidades te enseñan que hay solo un tipo de familia, la que te elige y la que eliges sobre todas las cosas. La Navidad me enseñó que la familia no siempre es biológica. A veces es una llamada inesperada, un mensaje que te arranca una sonrisa, o un extraño que comparte contigo un acto de bondad. Esas conexiones son las que te salvan en los momentos oscuros. He aprendido a valorar cada pequeño gesto: el abrazo de una tía, el mensaje de un amigo lejano, incluso el recuerdo de una Navidad feliz de mi niñez. Estos detalles son fragmentos de luz que llenan los vacíos.
Algunos critican esta temporada llamándola "consumista", pero yo la defiendo. Porque detrás de cada compra, hay una historia. Está el pequeño negocio que lleva meses preparándose para estas fechas, soñando con un cierre de año que marque la diferencia. Está la familia que depende de que vendas ese par de zapatos, ese pastel hecho con amor, o esa tarjeta artesanal que lleva horas de trabajo. Me da igual si es consumista o no. Yo decido creer en el panadero del barrio, en el emprendedor que lucha cada día por hacer algo grande con su pasión, y en la joven artesana que combina creatividad y esfuerzo para ofrecerte algo único. Así que les deseo lo mejor a los pequeños negocios en estas fechas.
Si me preguntarán ahora ¿qué significa la navidad para ti? Yo respondería que es una pausa necesaria. La Navidad nos enseña que la vida está hecha de ciclos, y que cada recuerdo, incluso los dolorosos, nos ayuda a crecer. Está en el abrazo que damos, en el perdón que ofrecemos, en el regalo que damos con amor, no por obligación. Está en la sonrisa que compartimos con un extraño o en el tiempo que dedicamos a quienes más lo necesitan. En el fondo, el significado de la Navidad es recordar que la verdadera riqueza no se encuentra en los regalos, sino en los momentos.
De niño nunca tuve regalos bajo el árbol de navidad. Y no es algo de lo que me sienta victimizado, solo lo comparto porque entiendo ahora que hay un regalo mucho más importante y verdadero. Ese regalo del cual hablo es invisible: es el regalo de volver a empezar, perdonar y reconectar con la vida.
En navidades a solas he aprendido a soltar expectativas. Ya no espero que la Navidad sea perfecta, porque la perfección está en lo imperfecto: en las risas a mitad de un desastre en la cocina, en los abrazos que llegan después de un año difícil o en el simple acto de encender una vela y quedarte en silencio. Ahora, en vez de buscar que la Navidad me traiga felicidad, trato de llevar la felicidad a la Navidad. Me esfuerzo por ser más consciente, por apreciar a quienes están a mi alrededor y por encontrar lecciones incluso en los momentos más complicados.
Si un día estas solo en navidad, regálate algo diferente. Come tus doce uvas, escucha música navideña, llama a un amigo al cual quieras de corazón, escribe una carta a la persona que amas, o, mejor aún, regálate un momento de reflexión. Sé amable contigo mismo. Y siéntete agradecido por ser afortunado y por saber que eres afortunado.
Como escribió Dickens: “Honraré la Navidad en mi corazón, y procuraré guardarla todo el año.”
Porque la verdadera lección de la Navidad no es la nostalgia, ni siquiera la felicidad; es el amor en todas sus formas. Es recordar que, aunque estés solo, nunca estás realmente vacío. Siempre hay un rincón de luz que espera ser encendido, y esa llama vive dentro de ti. Y como dije al inicio, este año sí monté mi árbol de navidad y me sentí genuinamente feliz de hacerlo.
Sin importar en que época del año leas esto;
Te deseo feliz navidad.